Siempre
he considerado la época post-vacacional como un inicio de curso y el retorno al
trabajo, pero también como una revisión de objetivos, en cualquier terreno
tanto personal, laboral, familiar o cualquiera que desees darle un cambio
durante el período de reflexión durante las vacaciones. El equivalente a los
propósitos de Año Nuevo como se suele decir.
Una de
las cosas que decidí en verano fue tomarme más en serio esa maña para
escribir que bastantes personas insisten que tengo. Les solía considerar unos
plastas con buena intención.
Ya de pequeña mostré un amor absoluto primero por los tebeos y después por los
libros. Debido a mi discapacidad, los profesores aconsejaron desde el principio
a mis padres que se me fomentara esa afición desde el principio porque sería
muy beneficioso, no sólo para mi educación sino también para la logopedia. Y
según me contaron, desde el principio apunté maneras a la hora de escribir,
pero a mí no me dio la real gana de sacarle partido a este don, hábrase visto.
Yo sólo
quería un placer pasivo, leer todos los tebeos y libros que pudiera, y después
fantasear en mi mundo imaginario. No me hacía falta una participación más
activa, o sea escribir, a pesar de la insistencia de personas cercanas como por
ejemplo mis padres y profesores, quienes solían decirme que prometía, sobre
todo mi madre, ¡pobre! Era mi fan número uno. En el fondo tampoco la tomaba en
serio porque consideraba que hablaba por ella el orgullo de madre.
Con el tiempo he llegado a admitir que escribo bien, cuando tengo momentos puntuales de inspiración o me emociono con un tema. No se me olvida que en una de mis visitas anuales-navideñas a Barna, cuando tendría unos 20 años, mi primo, con unos 13 años, dijo espontáneamente que era un crimen que, teniendo talento para escribir, no lo aprovechara. Nunca se me fue esta anécdota de la cabeza. Sentí que era un tema pendiente y que me lo debía a mí misma de alguna manera desde entonces.
Con el tiempo he llegado a admitir que escribo bien, cuando tengo momentos puntuales de inspiración o me emociono con un tema. No se me olvida que en una de mis visitas anuales-navideñas a Barna, cuando tendría unos 20 años, mi primo, con unos 13 años, dijo espontáneamente que era un crimen que, teniendo talento para escribir, no lo aprovechara. Nunca se me fue esta anécdota de la cabeza. Sentí que era un tema pendiente y que me lo debía a mí misma de alguna manera desde entonces.
Pero la
musa es una dama que me es esquiva, si tuviera que hacer memoria, las veces que
se dignó a hacerme alguna visita se pueden contar en una mano. Y no es muy
alentador que digamos. Y menos aún un comentario muy cierto de una amiga mía,
dueña de una pequeña pero maravillosa editorial: todo el mundo escribe.
Quizá
sea debido a que, como se perdió la costumbre de escribir diarios y mantener
correspondencia epistolar, ahora todos escriben y lo suben en internet a través
de blogs o ebooks. E, ignoro cuántos de ellos, habrá que quieran publicar.
Como no conozco el mundo editorial ni tampoco quiero publicar, no voy a divagar
más sobre este tema. Yo sólo quiero escribir en plan hobby. No quiero
consagrarme como escritora, nada más lejos de mi mente.
Aunque
ya escribí unas pocas historias cortas de tanto en tanto (a saber dónde donde
las tendré guardadas) para unos pocos amigos -lo curioso es que nunca fue para
mí misma- hace pocas semanas tuve ocasión de redactar una breve historia para
el cumpleaños de una querida amiga, lo cual hizo decidirme de una vez por todas
empezar este blog y ponerme más en serio con el mundo de las letras. ¡Cruzo los
dedos porque mantenga esto más o menos actualizado!